Migrante y trans: una doble barrera
- Transmitiendo
- 14 may 2020
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Asociaciones como Acathi ayudan a personas LGTB refugiadas que huyen de sus países por miedo a la intolerancia y la discriminación

España cuenta con la posibilidad de cambiar tanto de nombre como género gracias a la Ley 3/2007 del 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas. Francia también presenta este derecho mediante los artículos 60 y 61 del Código Civil y la Ley de Justicia del Siglo XXI. Estos son algunos de los ejemplos de países que permiten actualmente acceder a estos trámites, sin embargo, un porcentaje elevado de países en África, América del Sur o Asia prohíben estas técnicas e incluso se castigan con prisión o pena de muerte, según el Informe de Mapeo Legal Trans 2017 de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA).
El estudio analiza 111 países de todos los continentes para determinar los derechos o penas relacionadas con el colectivo trans. Uno de los datos más alarmantes que se recogen es la existencia de la pena de muerte en varios países asiáticos y africanos como Mauritania, Sudán, Arabia Saudí y Pakistán. Desde hace varios años, organizaciones y oenegés denuncian estas medidas y han puesto en marcha planes de asilo para sacar a estas personas de sus países de origen y trasladarlos a zonas donde puedan contar con los mismos derechos que el resto de ciudadanos. Este fue el caso de Carol Murcia, una mujer trans de Honduras que llegó a Barcelona hace casi 4 años huyendo de la discriminación y la intolerancia. «Salí de allí porque no hay opciones laborales ni atención médica para mujeres trans. Me dieron 2 opciones, España y Estados Unidos y elegí el primero ya que en los países europeos, los derechos trans están más desarrollados», reconoce. Como ella, cientos de migrantes trans abandonan sus hogares cada año para buscar la felicidad en un país que los acepte y los respete.
Cientos de migrantes trans abandonan sus hogares cada año para buscar la felicidad en un país que los acepte y los respete
Una de las primeras decisiones que Carol escogió al llegar a España fue acudir a la asociación catalana Acathi, que ofrece ayuda a los migrantes LGTB. Sin embargo, en su caso, no buscaba tanto ayuda sino apoyo psicológico y redes de contacto, ya que había sido activista en Honduras y conocía plenamente sus derechos. Esta es una de las respuestas que la organización que trabaja con más de 700 personas al año de 39 países ofrece, tal y como explica el presidente de Acathi, Rodrigo Araneda: «Trabajamos tanto con migrantes como refugiados. España es una referencia en relación al mundo latino y otros lugares como Rusia o el norte de África. En este sentido hay muchas personas, no solo LGTB que consideran España como un espacio mucho más seguro que sus propios países». Araneda también hace hincapié en la diferencia entre la situación legislativa y la real de cada territorio, ya que muchos cuentan con leyes que protegen específicamente al colectivo LGTB, sin embargo, mueren asesinadas muchas mujeres trans al año, como es Honduras. Otro de los problemas a la hora de determinar la existencia de derechos para este colectivo es la terminología debido a que los conceptos usados en Occidente no se usan en muchos países latinoamericanos, por ejemplo, el término ‘travesti’ se emplea en estos países, mientras que en España tiene un significado distinto. «En algunos lugares del mundo las personas trans no tienen referentes para hablar de su realidad y usan las palabras que tienen a su mano, que muchas veces tienen más que ver con la orientación sexual y no con la identidad», aclara el presidente de Acathi.
Cuando llegan a España, presentan muchas dudas y desconocimiento en temas como ubicarse en el país, recibir información sobre la regularización o acceso a documentos legales, asesoría sobre asilo, acceso a la tarjeta sanitaria, entre otras. Por ello, Acathi se encarga de las necesidades básicas de este colectivo, aunque de una forma «no paternalista», es decir, les ofrecen varias alternativas y son ellos quienes escogen la preferida. Además, uno de los campos donde han visto que más migrantes necesitan ayuda es en la creación de una red de contactos que solucionan a partir de cursos de idiomas y grupos para actividades de ocio.
Acathi es una de las muchas asociaciones de migrantes y refugiados LGTB que existen en España. En la Comunitat Valenciana, destacan algunas como Lambda o Castelló LGTBI que aseguran que su objetivo es «dar acompañamiento a estas personas» y ayudar en los trámites como la solicitud de asilo.
Lambda o Castelló LGTBI se encargan de «dar acompañamiento a estas personas» y ayudar en los trámites como la solicitud de asilo
¿Realidad o ficción?
Su vida en España no es tan sencilla como ellos imaginaban, ya que desde Acathi recuerdan que tenían en mente un contexto social mucho más libre de transfobia, pero al vivir una temporada aquí, han visto que no era tan idóneo. No obstante, se sienten mucho más protegidos que en sus países de origen porque tienen a su alcance herramientas de denuncia.
El ámbito laboral continúa siendo una barrera que no todos son capaces de superar, agravando su situación en España, teniendo en cuenta que la mayoría no disponen de recursos económicos suficientes y acaban viéndose en la marginalidad, en especial las mujeres trans. Según Araneda, muchas de ellas presentan un currículum adecuado, pero se las excluye por prejuicios.
«No somos nosotras las que no estamos preparadas, es la sociedad la que no lo está, pero tenemos las herramientas, solo nos falta la oportunidad»
Esto lo ha vivido en primera persona Carol Murcia, que tiene claro la existencia de una «triple discriminación» por el hecho de ser mujer, trans y migrante. Además, señala las diferencias entre migrantes trans varones y mujeres: «Esta problemática es habitual para nosotras. Los hombres tienen más fácil la integración en la sociedad y el mercado laboral. Por ser varón tienes unos privilegios que pierdes al ser mujer trans. El mercado laboral para nosotras está casi cerrado. No somos nosotras las que no estamos preparadas, es la sociedad la que no lo está, pero tenemos las herramientas, solo nos falta la oportunidad».
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